Dios sin el ser, de Jean-Luc Marion

Dios sin el ser, trad. Daniel Barreto, Carlos Enrique Restrepo y Javier Bassas Vila. Vilaboa-Pontevedra, Ediciones Ellago, 2010, 368 pp. (ISBN: 978-84-96720-74-9. Formato: 13,4 x 21 cm).

por Carlos Enrique Restrepo
Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia
Medellín-Colombia


La creciente presencia que ha tenido la obra de Jean-Luc Marion en lengua castellana durante los últimos diez años es el indicio indiscutible de una recepción cada vez mayor de su filosofía. Se la suele clasificar siguiendo sus líneas más notorias en dominios como la historia de la filosofía, la fenomenología y la teología, sin que éstas alcancen a recoger la heterogeneidad de un pensamiento forjado en el trasegar de un largo itinerario intelectual, cuyas consecuencias resuenan en muchos otros campos, entre ellos la ética y la filosofía del arte. En el primero de estos dominios, la obra de Marion es conocida por su afamada “trilogía” dedicada al estudio de Descartes, compuesta por La ontología gris, La teología blanca y El prisma metafísico, la cual coexiste en sus inicios con la publicación del Index de las Reglas para la dirección del espíritu, y a la que se sumarán años más tarde Cuestiones cartesianas I y II ; así mismo ha ocasionado la revisión y reinterpretación de las figuras más notables de la filosofía medieval, como es el caso de San Agustín y Santo Tomás de Aquino . En el campo de la fenomenología, Jean-Luc Marion ha adelantado estudios que hoy por hoy van siendo obligados a propósito de Husserl y Heidegger; en ellos ha insertado la recuperación de la herencia que representan la teología y la filosofía medieval, lo cual ha provocado en el panorama filosófico internacional el sonado debate en torno al “giro teológico” de la fenomenología .

Al inventario de traducciones castellanas de la obra de Marion, entre las que se cuentan Prolegómenos a la caridad (Caparros, 1993), El ídolo y la distancia (Sígueme, 1999), El fenómeno erótico (El Cuenco de la Plata, 2005), Acerca de la donación (Jorge Baudino/UNSAM, 2005), El cruce de lo visible (Ellago, 2006), Siendo dado (Síntesis, 2008) y Sobre la ontología gris (Escolar y Mayo, 2008), se suma ahora Dios sin el ser, considerada una de sus obras fundamentales. Publicado originalmente en 1982 (Dieu sans l’être, Paris, Fayard), y reeditado en francés en 1991 y 2002, el libro había sido ya traducido a italiano (1987), inglés (1991), polaco (1996), húngaro (1993), parcialmente al rumano (1996) y al lituano (1997), y anunciado en chino y japonés. La versión castellana fue realizada conjuntamente por Daniel Barreto (Instituto Superior de Teología, Islas Canarias), Carlos Enrique Restrepo (Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia) y Javier Bassas Vila (Universidad de Barcelona). Para el texto original se tomó como base la versión (revisada y aumentada) de Presses Universitaires de France, publicada en 2002.

El título Dios sin el ser expresa claramente el veredicto que Marion esgrime como clausura de la tradición metafísica. Este se dirige, por una parte, contra la pretendida gigantomaquia de Heidegger consistente en restablecer para la filosofía la pregunta por el Ser (Seinsfrage), y de otra parte, contra la recurrente identificación de Dios y Ser a lo largo de la tradición metafísica, denominada por Heidegger “constitución onto-teológica”. Contra tales doctrinas, el cometido de Marion es liberar a Dios de la cuestión del Ser para repensarlo según determinaciones que implican limitar el discurso predicativo o categorial de la metafísica. Dicho discurso se descalifica cuando, al identificar a Dios con un concepto regional de ente (universal, supremo o como quiera que sea), termina por convertirlo en un ídolo conceptual. La metafísica ha incurrido siempre en esta forma (especulativa) de idolatría. Para escapar de ella es preciso recuperar otras fuentes del pensamiento occidental, y en especial, la teología, la cual ofrece otro horizonte para pensar a Dios, sin reducirlo a una intelección comprensora.

Así ocurre en los casos del neoplatonismo y la “teología negativa”, pero también de la patrística, e incluso, en Platón. Ciertamente, al igual que el libro de Lévinas De otro modo que ser, el título Dios sin el ser se remonta a la distinción del pasaje de República VI (509b) en el que la idea del Bien se define como epékeina tes ousías: no sólo como lo diferente del Ser o de la esencia, sino además como lo que está por encima del Ser y lo gobierna, superándolo en dignidad y poder. La teología cristiana ha trasladado esta distinción platónica a la doctrina de los nombres divinos, formulada por Dionisio. Incluso allí donde esta teología ha adoptado la forma sistemática y los conceptos de la metafísica refiriéndose a Dios como summum ens, ha mantenido el horizonte del Bien por fuera de toda ontología, lo cual Marion demuestra en el controvertido caso de Santo Tomás de Aquino.

Contra la idolatría conceptual de la metafísica, Marion invocará la teología del icono. El autor moviliza así un par conceptual cuyo rendimiento se traduce en la puesta en práctica de dos fenomenologías: la primera, correlativa de la “metafísica de la presencia”, y en cuanto tal fijada al régimen de lo visible; la segunda, derivada de la “teología negativa”, abierta a la paradoja de una “visibilidad de lo invisible” que admite entre los fenómenos la Revelación. Reencontramos en estos postulados la novedad de Marion que estriba en la noción de fenómeno saturado. Ésta constituye un cambio de paradigma filosófico, siendo por eso mismo polémica y revolucionaria, al inaugurar horizontes inexplorados en la práctica de la fenomenología.

Estos y muchos otros elementos, ratifican la obra de Jean-Luc Marion en el lugar del más importante acontecimiento filosófico francés de las últimas décadas. Trabajador incansable, el autor no da tregua a sus lectores con nuevas publicaciones, como es el caso de sus dos últimos libros, Le croire pour le voire (Saint-Maur, Parole et silence, 2010) y Certitudes négatives (Paris, Grasset, 2010). Como suele decir Marion, cada nuevo libro y cada nueva traducción es una alegría para su autor, pero más debe serlo aún para quienes lo reciben por primera vez. La versión castellana de Dios sin el ser, al igual que la de sus otros libros, es por ello un motivo de celebración, pues desde ya representa una indudable contribución al estudio filosófico en los países de habla hispana, al poner al alcance del público un pensamiento cuya consigna bien puede ser la de relanzar un promisorio futuro y una fecunda renovación de la filosofía.







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