"Pedir Dios a Dios significa, por tanto, arriesgarse a mantener el recuerdo peligroso del mensaje y el camino de Jesús, lanzarse a la aventura del seguimiento, aprender a escuchar y a obedecer en la oración la palabra de Dios en cuanto palabra de actividad. Así, pues, la oración como súplica, como una forma de pedirle Dios a Dios, significa entregarse o habituarse a esta mística del apasionamiento por Dios en cuanto experiencia de sentirse afectado por el sufrimiento de otros. No se trata de una mística de ojos cerrados, vueltos hacia otra parte, sino de una mística de ojos abiertos. [...] Si entiendo bien las enseñanzas bíblicas, y en especial las enseñanzas de Jesús, esta alianza mística se acredita sobre todo en el modo en que afrontamos el sufrimiento de los otros"
(Extracto de J. B. Metz, Memoria passionis. Una evocación provocadora en una sociedad pluralista. Sal Terrae, 2007)
No hay comentarios:
Publicar un comentario