Miguel García-Baró es uno de los filósofos europeos actuales más destacados del momento. Su trabajo filosófico comprende la fenomenología, el pensamiento judío y la historia de la filosofía. Ha publicado, entre otros, 'La compasión y la catástrofe'. En días pasados disertó sobre Mística y humanización en el Club LA PROVINCIA.
ANTONIO QUINTANA
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA El doctor Miguel García-Baró López es profesor de Filosofía de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, después de serlo en la Complutense. Hace unos días dio una conferencia sobre Mística y humanización, organizada por el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias y el Centro Loyola de Las Palmas de Gran Canaria.
- ¿Cómo define lo místico?
- Es la culminación de la experiencia humana espiritual. Se puede hablar de la mística en un sentido peligroso y negativo, cuando es la considera una manera de aislarse, de hundirse en Dios, en realidad en un ídolo, que le impide al hombre trabajar por la mejora de este mundo, por el amor entre hermanos; y que puede llevarle al orgullo, a toda clase de vicios y a la soledad.
- ¿Y usted qué cree?
- Que la mística tiene una continuidad profunda con la experiencia espiritual general, con la artística y con la filosófica, y, de alguna manera, también con la científica. Lo propio de lo místico es no saberte solo, el vivir las dimensiones más profundamente humanas en la medida más radical, más total, más responsable, lúcida incluso. Es verdad que identificamos mística como fenómenos extraordinarios, con vivencias e incluso alteraciones físicas poco comunes. Pero no es por ahí por donde se debe buscar la esencia de lo místico, sino que más bien hay que considerar por sus consecuencias la autenticidad de esa unión con el sentido profundo de la realidad, y con el Dios que experimenta el místico. Cuando las consecuencias son más amor, más autenticidad, más creatividad, más compromiso político, entonces es que fue verdaderamente místico. Si las consecuencias son: me quedo solo, me siento infinitamente por encima del resto de hombres, eso es falsa mística.
- ¿La mística es una alienación, un opio o tiene elementos revulsivos?
- Tiene muchos elementos revulsivos, porque verdaderamente cuando una persona no se siente libre y responsable tampoco tiene acciones efectivas, profundas. Y sentirse libre, saberse libre, requiere haber ejercitado el amor y dimensiones de compromisos peligrosas, graves. Para eso es necesario experimentar un sentido de la vida, que ese sentido viene de los demás y, en última instancia, quizá de Dios, pero mediado por la existencia de los demás que requieren justamente la libertad. Si no fuera así, quién se va a sentir libre propiamente. Más bien la gente se seguiría sintiendo presa del dinero, el poder y la técnica.
- ¿Los comportamientos de las jerarquías no ocultan a veces esa dimensión mística?
- Claro. Es muy importante que los responsables de las diferentes religiones e iglesias vivan la profundidad del sentido de libertad y de compromiso político, que es lo místico en su mejor tradición. Porque, de lo contrario, como ellos son la cara visible de la existencia histórica de las religiones, pueden cargar con la terrible responsabilidad de hacer que el rostro de lo divino, incluso el rostro de lo libre, sea o no auténtico. Todos somos responsables, pero no hay duda de que las jerarquías tienen una dimensión especial, que es peligrosísimo que no la cumplan. En el mundo de las religiones siempre hay contaminaciones con el mundo del poder, con el prestigio. Es un peligro constante porque a la gente no se le puede privar de esperanza, ni de las fuentes de sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario