Acaba de publicarse en español Construcciones y perspectivas: el ornamento de la masa 2 (Gedisa, 2009), de Siegfried Kracauer. El libro vuelve a poner sobre la mesa la actualidad de un pensador indispensable.
Siegfried Kracauer (1889-1966) pertenece a una generación de pensadores judeo-alemanes que vio desfondarse la credibilidad de la cultura moderna en las dos Guerras Mundiales. Tras el final de la primera, no cabía sino buscar alternativas. A pesar de ser muchos de ellos judíos asimilados, se volvieron, cada uno a su manera, hacia las fuentes hebreas. En ellas encontraban claves que podían orientar una escapatoria del callejón sin salida en que veían a Occidente. Este redescubrimiento de su judaísmo no se hacía a expensas de un cierre a otras inspiraciones externas. Al contrario, a menudo se vinculaba a una aceptación entusiasta de la utopía comunista, el anarquismo o a la simpatía por la Revolución Rusa, a la que se atribuía un sentido casi religioso. Este vínculo entre religión y utopía política se daba de modos muy diversos en pensadores como Ernst Bloch, Martin Buber, Gustav Landauer, Walter Benjamin, Gerschom Scholem, etc.
Kracauer atraviesa ese campo dejando una huella singular. En Fráncfort, su ciudad natal, estuvo vinculado tanto a la Casa de Estudios Judíos como al Instituto de Investigación Social, de cuño marxista y origen de la “teoría crítica” de T. Adorno y M. Horkheimer. Desde la intemperie, entre una izquierda sin techo y una búsqueda religiosa sin identidad clara, Kracauer hizo de su marginalidad y su exilio, a Francia primero y a Nueva York después, un ejemplo vivo del ángulo de visión del que podría proceder la alternativa que anhelaba su generación.
Por de pronto, en él la posibilidad de un cierto discurso teológico se halla cifrado en los textos sobre los fenómenos más diversos: literatura, cine, política, sociología. Buenos ejemplos de ellos son libros como La novela policíaca (1925), La teoría del cine (1960) e Historia (publicada tras su muerte en 1966). La aparición de la novela de detective, según Kracauer, sólo se entiende como expresión de la racionalización y desencantamiento de la modernidad. El control racional, el progreso técnico y el protagonismo de la razón instrumental producen formas desconocidas de deshumanización. En el mundo dominado por la ratio, el detective sustituye al sacerdote y el crimen por resolver, al misterio religioso. El lugar de la divinidad es ocupado por la Razón.
Ante el argumento del progreso, al que acaba por supeditarse el valor del hombre, y la visión de la historia como evolución natural continua, Kracauer opone la voz fragmentaria de la memoria, aliada de la “vida dañada” que deja tras de sí el progreso. Así sucede en La teoría del cine, donde estudia la representación visual del genocidio judío y la relación salvadora que existe entre la imagen cinematográfica y la memoria. El recuerdo querría reparar las injusticias que la historia olvida en su avance. En Kracauer, como en Walter Benjamin, el nudo entre religión y utopía responde a una concepción bíblica del saber: verdad y justicia van juntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario